2008/05/30

Banville o la falsedad



He terminado hace poco la lectura de "Imposturas", del irlandés John Banville, considerado por parte de la crítica uno de los mejores estilistas vivos en lengua inglesa. No seré yo quien les desmienta. La versión castellana, que por cierto es manifiestamente mejorable, seduce al lector. Pero eso no quiere decir que la novela sea genial, Hay algo de artificioso o de rebuscado en ese viejo escritor belga, afincado en California, que se encuentra con su admiradora Cass Cleave en un congreso cultural de Turín.

Resulta todo demasiado redondo para ser real, o por lo menos para ser más creíble. Las hazañas sexuales de Axel Vander, el viejo protagonista, tampoco es que vengan mucho a cuento. Y la investigación de la chica, que descubre que Vander no es Vander, sino un amigo de Vander que se hace pasar por él, está un tanto vista. Amén del sobado asunto del judío que no se comporta como un buen miembro de su comunidad.

Dicho esto, y esperando que alguna otra novela de Banville me entusiasme más, ruego al lector que no considere el comentario como un ataque directo al libro. Simplemente es mi opinión, seguramente equivocada, sobre "Imposturas". Prometo seguir la pista al irlandés.

["Imposturas", John Banville, Anagrama, Barcelona 2005]

2008/05/11

Un paseo con W.G. Sebald

W.G. Sebald en su laberinto boscoso inglés

Retomo mi descargo de lecturas con "Los anillos de Saturno" de W.G.Sebald, un autor alemán, ya desaparecido, pero absolutamente contemporáneo. He llegado a él gracias Robert Walser. Un librito de Sebald sobre los paseso del suizo con Carl Seelig hizo que me interesase por él y topé con el libro señalado.

En el mismo, Sebald se plantea un recorrido a pie por la costa oriental inglesa, mera disculpa para abordar los temas que le resultan interesantes. La presencia en determinado puerto o la visión de una villa le llevan hacia otros pasajes, otros paisajes, otros sueños.

Es una lectura agradecida la de Sebald. Proporciona serenidad al lector, lo que no es poco en estos tiempos de ansiedad y estrés, y le hace gozar de los pequeños placeres de la vida. Sebald murió en un accidente de tráfico en la misma zona que describe, dónde vivía autoexiliado de su Alemania natal desde los años setenta. Su destino, que le une a insignes figuras como Bufalino o Barthes, también destruidas por el automóvil, es tan absurdo como sublime.

Lo más bonito de toda esta historia es que me enteré de que era un autor fallecido después de haber leído el libro, lo que me produjo un cierto escalofrió. Conclusión: Seguiré leyéndolo y recomiendo a quien lea estas líneas que también lo haga. Será recompensado en salud para su alma aturdida por el caos reinante.

PD: Se me olvidaba, ¡ay! que Sebald intercala fotos en blanco y negro de sus historias dentro del libro, manía que cumplió en todos sus volúmenes.